martes, 29 de mayo de 2012

Manaos, el pulmón del planeta


MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ SUÁREZ
Federación Mundial de Periodistas y Escritores de Turismo


Acompáñeme en este viaje que no va a olvidar jamás; volaremos a América del Sur y nos adentraremos en uno de los países más espectaculares, el quinto en extensión, que de por sí solo, es como otro continente. Añadamos un cambio de hemisferio y por lo tanto, cuando en este lado disfrutamos de la época estival, allí gozaremos de un invierno tropical con una temperatura idílica. 

Quiero que conozcan una de mis ciudades predilectas rodeada de aguas de diferentes tonalidades, velocidades y temperaturas; de vegetación llamativa, colorida, frondosa, tupida y exuberante; de luces acrisoladas con miles de matices; de fauna cercana, respetuosa y salvaje, de indígenas únicos que se mimetizan y de cientos de niños que siempre sonríen y que juegan con serpientes, cocodrilos, perezosos, monos y delfines de río; todo esto en uno de los entornos más bellos del planeta. Les garantizo que van a ser seducidos por este espacio anclado en el corazón de la amazonía; ya que yo lo fui, y por ello meditadamente decidí que naciera mi hijo Adrián, en este paraíso terrenal.

Entremos en una de las urbes más importantes de Brasil, capital del estado de Amazonas, situada cerca de la confluencia del Río Negro con el Solimões donde se produce el singular "Encuentro de las Aguas" entre los dos colosos con flujos de diferentes colores y donde ambos intentan juntarse para ser aun más grandes, durante más de 6 km las aguas corren sin mezclarse; vivámoslo desde una barcaza y donde lo sentiremos y lo podremos acariciar. Les animo también a presenciar este espectáculo único sobrevolándolo en un hidroavión. Experimentará el verdadero edén, donde observará nenúfares gigantes y una selva tupida repleta de atracción, musicalidad y colorido. Irrigada y alimentada por miles de ríos serpenteantes.

Estamos en Manaos, en el corazón de la selva tropical más grande del mundo y a orillas de uno de los ríos más fascinantes que recorre el continente de oeste a este, desde las cumbres de los Andes en Perú hasta la costa atlántica del Brasil, con 6.800 km, siendo el más largo y caudaloso de este planeta. 

Fue fundada por portugueses en 1669, comenzó siendo un pequeño fuerte para proteger la parte norte de la colonia del Brasil. En las cercanías vivían varias tribus indígenas (Barés, Banibas, Passés y principalmente la de los Manaos, que influyó en el nombre de la ciudad). La traducción significa "Madre de Dios".

Esta ciudad a finales del siglo XVIII, viviría su máximo esplendor con la Fiebre del caucho y se la consideró una de las más prósperas del mundo. Este apogeo se dio entre los años 1890 y 1920; época en que gozaba de tecnologías que otras ciudades de Brasil aún no tenían, como tranvías eléctricos, avenidas construidas sobre pantanos, edificios imponentes y lujosos, como el Teatro Amazonas, también conocido como la Casa de la Opera; de arquitectura neoclásica que fue construido empleando ladrillos traídos de Europa, vitreaux de Francia y mármol de Italia. Compañías enteras de Teatro venían a actuar en plena jungla. El Gran Caruso y Sarah Bernhardt fueron algunos de sus más ilustres visitantes. Mencionar también el Palacio de Gobierno, el Mercado Municipal y el predio de la Aduana. Se la consideraba el París de los trópicos por sus derroches en lujos.

Es el lugar ideal para hacer expediciones, caminatas en la selva, observación nocturna de caimanes, pesca de pirañas y todo tipo de deportes acuáticos, todo esto y más en una naturaleza salvaje y ordenada. Pero Manaos y sus alrededores son vida en evolución. Adentrémonos por sus ríos, afluentes y riachuelos laberínticos, donde nacen los árboles en el agua oscura y sus hojas vuelven a beber del río, con miles de seres enormes y extraños que nadan a nuestro alrededor, donde las pirañas muestran su peculiar color, donde los cocodrilos descansan observándonos atentamente. Levantemos la mirada y saltaran a nuestro alrededor decenas de primates que vienen a comer en nuestras manos; a la vez posadas descansan cientos de aves cantarinas y las serpientes reptan por las ramas para cambiar sus corazas. Visitemos y convivamos con algunas tribus indígenas, armadas de lanzas, arcos y flechas para cazar. Participaremos de sus ancestrales rituales y danzas. Dejémonos que nos penetren los espíritus sabios y libres de la selva amazónica, respiremos profundamente el comienzo de la vida.



viernes, 18 de mayo de 2012

Un museo de arte, paciencia y ternura



Miguel Ángel García Brera 

Vicepresidente                           

FIJET
QUIENES me leen, conocen ya mi admiración por Rumanía, país de gran belleza y variedad, en el que aún se conservan tradiciones milenarias y una pasión por la artesanía olvidada en otras naciones europeas o, al menos, no ejercida como una actividad predominantemente creativa y artística, sino turística y comercial. 


Con motivo de mi último viaje a Bucarest, a Sibiu y a los Monasterios de la Bucovina, he tenido nueva ocasión de encontrarme con esa encantadora gente rumana, que te recibe como si fueras el rey venido a visitarles y se entusiasman por poder charlar con el que llega, bien sea por signos, o recurriendo al inglés y al francés -que muchos conocen-, o dejándose llevar por la intuición, cuando los interlocutores son españoles y tienen en común con el rumano palabras de hoy o enhebrados, en el ayer, al común tronco latino. 

Ya he escrito alguna vez que el mejor museo de la artesanía rumana, en su plenitud, podría ser el gigantesco Palacio del Parlamento, que levantaron, sobre las ruinas de calles y casas derribadas a propósito para ese fin, miles de rumanos dirigidos por la batuta de aquel hombre pequeño pero dictador en grande que se llamó Ceaucescu. En ese Palacio -de dimensiones absurdas por lo descomunales, de imposible uso pues sobra parte del espacio, con enormes salas de exagerado aforo, y de elevado gasto de sostenimiento-, las maderas, los mármoles, los estucos, las lámparas, los muebles, los suelos, las cortinas y cuanto el visitante encuentra a su paso por los inmensos pasillos, traen el recuerdo de tantos esfuerzos realizados por la mano de unos artesanos sin competidor en cuanto a la calidad de la manufactura y al afán de ascender desde la primorosa artesanía hasta el arte. 

Dicen que, casi "manu militari", Ceaucescu trajo a los mejores para edificar ese monumento dedicado a él mismo, ese atributo a su megalomanía. Pero, con ser evidente la vocación estética de cuantos tomaron parte en la obra, el que recorre el país puede comprobar en seguida que son muchos los rumanos que hoy podrían ser convocados para incrementar con su actual dedicación cualquier museo de la artesanía de ese país. 

Por haber conseguido convertir en arte lo que era primordialmente un trabajo artesano, por la ternura que me inspira su obra y por el modo con que la ofrece y promueve, quiero hoy recordar a Lucia Condrea, cuyo Museo Internacional del Huevo Decorado, no sólo es muy visitado en su emplazamiento (Comuna de Moldovita-Bucovina), sino que se desplaza en parte, de forma que es fácil encontrar algunas de sus piezas en muchas de las más importantes muestras mundiales, en cuyos viajes suma ya unas 80 exposiciones. En una de sus más recientes salidas al extranjero, su "Muzeul International Oualor Incondeiate, Lucia Condrea" ha viajado hasta Suiza y obtenido un nuevo resonante éxito por el interés de su arte. 

Lucia, que ejercita su arte en otros campos, es fundamentalmente especialista en huevos decorados, esos huevos, predominantemente de Pascua, que el propia Faberge, no ha dudado en tomar como un referente entre sus joyas. Lucía Condrea, podría ser como tantas otras mujeres rumanas, que uno puede ver en hileras compuestas de madres e hijas, de vecina y de amigas, charlando, sentadas sobre los campos anejos a sus viviendas, mientras no dejan ni un momento de adornar los huevos con vivos colores; pero ella ha dado un paso más y ha puesto la paciencia, que considera como fuente de vida, en el empeño de convertir la artesanía en arte mayor Y así lo ha conseguido, dejando sobre sus "lienzos" -los huevos de gallina- imaginativos o reales dibujos de flores y paisajes, abstractas reproducciones de encajes antiguos, copias de grandes pintores, círculos, encadenados en geometrías geniales, diminutas copias de toda suerte de animales reales o fantásticos surgidos en la fértil mente de la artista. Incluso la colección cuenta con huevos esculpidos, cuyos dibujos traspasan la cáscara, hechos a punzón, realización que particularmente considero casi milagrosa, dada su tremenda dificultad. 

En el Museo de Lucia Condrea, que lleva abierto 15 años, se ofrecen en cuidadas estanterías unos 1.200 objetos, en su mayor parte huevos decorados, juntos a algunas joyas, piedras preciosas o telas y objetos de interés. El Museo dispone de piezas de todo el mundo, en una de sus tres secciones, pero la más copiosa e importante de sus secciones es, sin duda, la que atesora el arte de su dueña, que incluso se ha convertido en maestra de tantos como, incluyendo turistas, particularmente japoneses, se acercan a ella deseosos de aprender una técnica difícil, que ha de iniciarse sobre huevos de cera, porque - y esto lo pienso yo - no habría suficientes aves en el mundo para poner tantos como supongo que romperían los principiantes.